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domingo, 25 de diciembre de 2016

Janucá. La fiesta de las luces o rededicación.

La rebelión judía contra los griegos fue la primera guerra religiosa del mundo.

Fuente: Aish Latino


Conocemos los detalles de la lucha judía contra los griegos y el helenismo gracias a los dos Libros de los Macabeos y a los escritos del historiador judío Flavio Josefo.

Estas crónicas no están incluidas en el Tanaj porque la Gran Asamblea ya había decidido muchos años antes cuáles eran los escritos que debían estar incluidos en el Tanaj, y estos eventos ocurrieron mucho tiempo después. Los Libros de los Macabeos fueron escritos en el primer siglo de la Era Común. Macabeos I fue escrito originalmente en hebreo como un relato histórico oficial de la Dinastía Hasmonea. Macabeos II fue escrito originalmente en griego y se basó en los trabajos previos de Jasón de Cirene.

Esta rebelión sentó un precedente en la historia de la humanidad: fue la primera guerra ideológica/religiosa. Nadie en el mundo antiguo había muerto por sus dioses; sólo los judíos pensaron que por su religión —la única religión monoteísta en ese tiempo— valía la pena morir.

Pero no era sólo una guerra contra los griegos, sino que también era una guerra civil entre judíos leales al judaísmo contra judíos que se habían helenizado y que estaban del lado de los griegos.
Corría el año 167 AEC y la horrible persecución griega en contra del judaísmo estaba en pleno apogeo. Las tropas griegas aparecieron en la ciudad de Modiín (un lugar al oeste de Jerusalem que puedes visitar actualmente en las cercanías de la autopista Jerusalem-Tel Aviv) y exigieron que los judíos ofreciesen un cerdo a los dioses griegos. El anciano de la ciudad, Matitiahu —que era kohén (de la clase sacerdotal)— se rehusó.

Incluso si todas las naciones que viven bajo el gobierno del rey le obedecieran, y hubieran elegido cumplir con sus órdenes, abandonando cada uno la religión de sus padres; de todos modos mis hijos, mis hermanos y yo viviremos de acuerdo al pacto de nuestros padres… No obedeceremos la palabra del rey alejándonos de nuestra religión, ni a la izquierda ni a la derecha (Macabeos I 2:19-22).
Pero en la ciudad había un judío helenizado que sí estaba dispuesto a hacer lo que era inaceptable para todo judío. Sin embargo, cuando estaba a punto de sacrificar el cerdo, Matitiahu lo apuñaló, matando también al oficial griego que lo acompañaba. Luego se dio vuelta hacia la multitud y anunció: "Síganme todos quienes estén a favor de la ley de Dios y que se aferran al pacto" (Macabeos I 2:27).

Quienes se unieron a Matitiahu y a sus cinco hijos —llamados Iojanan, Shimon, Yehuda, Eleazar y Yonatan— se dirigieron hacia a las colinas, ya que sabían que probablemente los griegos volverían y eliminarían a toda la ciudad como venganza. En las colinas, organizaron un ejército de guerrilla que era liderado principalmente por Yehuda, el mayor de los hijos, a quien llamaban “Macabeo”, que significa "el Martillo". Macabeo también es un acrónimo de “mí camoja baelim Hashem” (quién es como Tú entre los poderes, Dios), el grito de batalla del pueblo judío.

No sabemos exactamente cuál era el tamaño de este ejército macabeo, pero incluso los más optimistas estiman que no eran más de 12.000 hombres. Este pequeño ejército se enfrentó contra el ejército griego, que tenía más de 40.000 hombres.

Los griegos no sólo tenían superioridad numérica, sino que también eran soldados profesionales, por lo que contaban con equipamiento, entrenamiento y una manada de elefantes, que eran los tanques del mundo antiguo. Los judíos eran ampliamente superados en número, estaban mal entrenados y tenían poco equipamiento (y obviamente no tenían elefantes), pero lo que les faltaba de entrenamiento y equipamiento lo tenían en espíritu.

La mayoría de las batallas ocurrieron al pie de las colinas que van desde la llanura costera (Tel Aviv) hasta Jerusalem. Los griegos intentaban llevar su ejército hacia los cañones naturales que conducían a las áreas de montaña, la fortaleza del ejército judío. Pero sólo había unos pocos lugares a los que los griegos podían ascender, y fue precisamente allí donde los macabeos eligieron atacarlos.
Ahora, cuando leemos la historia de los macabeos pareciera ser algo que ocurrió en unas pocas semanas: pelearon algunas batallas, los judíos ganaron y los griegos volvieron a casa. Pero en realidad fueron 25 años de lucha y una gran cantidad de bajas en ambos lados hasta que los griegos seléucidas llegaron finalmente a un acuerdo de paz con los judíos.

Januca
Después de los tres primeros años, los judíos lograron reconquistar Jerusalem. Encontraron que el Templo había sido profanado y que había sido convertido en un santuario pagano, en cuyo altar se sacrificaban cerdos. Cuando volvieron a entrar al Templo, lo primero que hicieron fue intentar encender una menorá improvisada (ya que la menorá original, que era de oro puro, había sido derretida por los griegos), pero sólo encontraron un frasco de aceite puro con el sello especial. Usaron este aceite para encender la menorá, la cual milagrosamente se mantuvo encendida durante ocho días hasta que alcanzaron a prensar aceite fresco y llevarlo al Templo.

Posteriormente los macabeos purificaron el Templo y lo reinauguraron el 25 de kislev, que es la fecha del calendario hebreo en la que comenzamos a celebrar los ocho días de Januca (La palabra hebrea Januca significa "inauguración").

Temprano en la mañana del día 25 del noveno mes, que es kislev… ellos [los sacerdotes] se levantaron y ofrecieron sacrificios, como indica la ley, en el altar nuevo de quemado de ofrendas que habían construido… fue inaugurado con canciones, arpas, laúdes y platillos… Celebraron la inauguración del altar durante ocho días… (Macabeos I 4:52-56).

El milagro de la duración del aceite durante ocho días (que no es mencionado en el libro de los macabeos) es descrito en el Talmud:
…y cuando la casa real hasmonea obtuvo ventaja y venció [a los griegos], [los hasmoneos] buscaron y sólo encontraron un frasco de aceite… con el sello del Kohén Gadol (Sumo Sacerdote), y sólo contenía [aceite suficiente] para arder durante un día. Ocurrió un milagro y ardió durante ocho días (Talmud Shabat 21b).

Januca —una de las dos festividades que fueron agregadas al calendario judío por los rabinos— celebra dos tipos de milagros: 1) la victoria militar del pequeño ejército judío frente a los griegos y 2) la victoria espiritual de los valores judíos por sobre los valores griegos; las velas de Januca simbolizan precisamente esta victoria espiritual.

Si observamos estos dos milagros, es claro que la victoria militar fue un milagro más grande; sin embargo, es el milagro del aceite el que conmemoramos durante la festividad de Januca. Puede que la victoria militar haya sido más impresionante pero, como mencionamos anteriormente, la batalla real fue espiritual, no física, y es precisamente esta victoria espiritual la que es simbolizada por las velas de la menorá (de acuerdo al pensamiento judío, el fuego, el alma y la espiritualidad están conectados). Las velas de Januca simbolizan la fortaleza interna espiritual del pueblo judío que, a pesar de todas las dificultades, nunca se extingue. Es precisamente esta fortaleza espiritual interior la que le ha permitido al pueblo judío sobrevivir a los grandes imperios de la historia y tener un impacto monumental en la humanidad.

Sin embargo, la reinauguración del Templo no acabó con la lucha. Una guarnición griega se mantuvo apostada en Jerusalem en la fortaleza Acra, y el ejército griego sitió Jerusalem e intentó reconquistarla. Los judíos y los griegos debieron luchar muchas más batallas antes de que el conflicto terminase.

Recién en el año 142 AEC, durante el reinado del monarca seléucida Demetrio, los griegos se cansaron de luchar y firmaron un tratado de paz con Shimon, el último sobreviviente de los cinco hijos de Matitiahu (en 162 AEC Eleazar cayó en batalla: luego de incrustar una espada en el estómago de un elefante de guerra sobre el que creía que estaba el rey, el elefante cayó sobre él y lo aplastó. Yehuda fue asesinado en la batalla de Elasa en el año 161 AEC y Yonatan cayó en batalla en el año 142 AEC).

En [ese] año, Israel fue liberado del yugo gentil; el pueblo comenzó a escribir en sus contratos y acuerdos: "En el primer año de Shimon, el gran Sumo Sacerdote, general y líder de los judíos" (Macabeos I 13:41-42).

De esta forma fue restaurada oficialmente la soberanía judía sobre la Tierra de Israel.

El Reino de los Hasmoneos
Como notamos anteriormente, Matitiahu era un kohén, por lo que no es de sorprenderse que su hijo Shimon se convirtiese en Sumo Sacerdote. Pero Shimon también asumió el título de nasí, que significa "príncipe/presidente/líder". No se proclamó rey porque sabía muy bien que un rey judío sólo puede venir de la línea de David, pero para todos los propósitos prácticos asumió el rol del reinado.
(La línea de David —la línea de los reyes— viene de la tribu de Yehuda, mientras que los kohanim, los sacerdotes, vienen de la tribu de Leví, de acuerdo a la bendición que les dio Yaakov a sus doce hijos, las doce tribus de Israel).

Esta fue una mala decisión de Shimon, ya que sus descendientes no respetaron la distinción. Comenzaron una nueva dinastía de gobierno en Israel —la dinastía Hasmonea—, la cual duró 103 años y estuvo marcada tanto por una gran expansión territorial como por un terrible declive moral y religioso. En primer lugar, no deberían haber sido reyes; en segundo lugar, no deberían haberse dejado corromper por su propio poder.

El siguiente gobernante fue el hijo de Shimon, Iojanan Hircano, un líder poderoso y ambicioso. Entre sus muchos errores, Iojanan Hircano hizo algo terrible que va en contra del judaísmo: como parte de sus esfuerzos para expandir las fronteras de Israel y fortalecer el país, convirtió por la fuerza a los pueblos recientemente conquistados. Esto es algo que el judaísmo nunca había hecho antes, y nunca ha vuelto a hacer; los judíos desalientan las conversiones, no las promueven.
Uno de los pueblos que fueron convertidos por la fuerza fue el pueblo Edomita. Y este error les costaría extremadamente caro a los judíos.

En Israel, no lejos de Beit Shémesh, hay un fascinante sitio turístico arqueológico llamado Beit Guvrin Maresha, el cual está formado por miles de cuevas que fueron hechas por el hombre, las cuales en su mayoría están excavadas en la suave piedra caliza. Esta fue una de las ciudades principales de los edomitas, y hoy en día puedes ir e incluso jugar a ser arqueólogo y excavar por un día. Este es uno de los lugares que conquistaron los hasmoneos en el cual hicieron elegir a la gente una de dos opciones: convertirse o irse. Muchos de los habitantes eligieron destruir sus hogares y dejar el país.

Una de las familias edomitas que fue convertida a la fuerza se volvería muy importante por su rol en el drama que ocurriría unos años después en la invasión romana. Un descendiente de esta familia —Herodes— sería designado rey judío y se transformaría en un gobernante esquizofrénico. Asesinaría al Sumo Sacerdote, a 45 miembros de la Corte Suprema Judía y a muchos miembros de su propia familia, pero también se embarcaría en una serie de construcciones fantásticas que incluirían la ciudad de Cesárea, la fortaleza de Masada y una reconstrucción absoluta del Templo. Como veremos, Herodes (que era judío sólo nominalmente) tendría una relación muy esquizofrénica con los judíos.

El declive del gobierno judío
Alexander Yanai, hijo de Iojanan Hircano, fue el típico caso de un gobernador hasmoneo que llevó a la nación en la dirección equivocada. Él estaba muy helenizado y estaba del lado de los saduceos (los judíos que sólo seguían la Torá Escrita y que hacían sus propias interpretaciones) en contra de los fariseos (la corriente principal judía). Cuando algunos de los fariseos se le opusieron, hizo que 800 de ellos fueran ejecutados después de forzarlos a ver el asesinato de sus familias. Durante las ejecuciones, Alexander Yanai brindó un banquete al estilo griego.

Después de la muerte de Yanai, su viuda, la Reina Shlomtzion (Salomé Alejandra), legislaría entre los años 76 y 67 AEC. Ella fue el único rayo de luz que hubo en todo ese deprimente período. Su hermano era Shimon ben Shetaj, el líder rabínico de la generación, y durante su reino hubo paz entre los líderes y los rabinos. Este sería el último período de verdadera paz y estabilidad por mucho tiempo.

La historia de la dinastía hasmonea es un caso clásico de una de las grandes familias trágicas, que comenzaron de forma sumamente ilustre pero que luego terminaron de manera desastrosa y llevaron a los judíos a la ruina (1).

Los dos últimos gobernantes hasmoneos fueron los hijos de Shlomtzion, Hircano y Aristóbulo, quienes estaban completamente helenizados. Hircano era el más débil de los dos, pero tenía un fuerte consejero llamado Antípatro, un descendiente de los edomitas conversos al judaísmo (que por casualidad tenía un hijo llamado Herodes).

Los hermanos lucharon entre sí para decidir quién debía ser rey. La respuesta obvia es que ninguno, pero ve a decirle eso a dos hombres moralmente corruptos y hambrientos de poder. Se les ocurrió pedirles a los romanos que mediasen en su disputa (la relación entre los judíos y los romanos comenzó durante la revuelta macabea, cuando Yehuda hizo una alianza con Roma).
Pero invitar a los romanos no es como invitar al equipo mediador de una fuerza de paz internacional; estamos hablando de un pueblo que tenía una increíble energía para conquistar y absorber todo territorio que pudiese.

Así, en el año 63 AEC, el gran general romano Pompeyo acababa de terminar de limpiar lo que quedaba del imperio griego, por lo que estaba más que feliz de mover su ejército hacia Israel.
1) Quizás la ironía más grande del legado de los macabeos es lo que fue nombrado en su honor: Los Juegos Macabeos (los Juegos Olímpicos judíos, que comenzaron en 1932 y que se realizan cada cuatro años en Israel). Prácticamente no hay ninguna institución cultural que tipifique la cultura griega antigua mejor que sus competiciones atléticas. El hecho que estos eventos deportivos al estilo griego hayan sido nombrados en honor a los macabeos —quienes dieron sus vidas para salvar al judaísmo de la influencia griega— es el más irónico de los finales para esta trágica historia.

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